Lo Que Satanás me Decía Que Hiciera,
Eso Hacía

-Sam Blair

Lo Que Satanás me Decía Que Hiciera, Eso Hacía

Mi nombre es Sam Blair, y esta es mi historia.
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Era un hombre lleno de pecados hasta el momento que le pedí al Señor Jesucristo que me perdonará y entrara en mi corazón a la edad de 72 años. Mi vida ha cambiado para siempre. Fui salvo por la sangre de Jesucristo, y sé sin lugar a duda que mis pecados han sido perdonados, y por Su gracia, pasaré toda una eternidad con Él. (Nota: “Salvo” es un termino Bíblico el cual se refiere al perdón de nuestros pecados y el rescate de nuestra vida de el poder y castigo del pecado. Esto es lo que Dios requiere de cada uno de nosotros para obtener la vida eterna.)

Comenzaré mi historia cuando era tan solo un niño. Me crié en un hogar Cristiano en la ciudad de Philadelphia, Pennsylvania. Mi mamá y papá eran ambos salvos. Mi papá murió de repente durante la influenza del 1918. Solo tenía 7 años cuando murió. Todos los hombres que vivían en mi calle murieron excepto uno – éste era un borracho que vivía al lado de mi casa. Cuando mi papá murió, nos dejó absolutamente nada. Mi mamá tuvo que irse a trabajar para mantener a la familia. Cuando me tuvo a mi, mi mamá había deseado una niña en vez de un varón. Por lo tanto, comenzó a vestirme como una nena. Ella era muy dominante y no podía contradecirla. Juré desde entonces que cuando pudiese me iba a ir lo mas lejos posible de mi casa.
Cuando me gradué de la escuela superior, ella ya había hecho arreglos para que tragajase en el banco cerca de casa. De esa manera, ella podía mantener un ojo en mi en todo momento. El banco me madaba a entregar cheques en Philadelphia. Mi viaje me llevaba por la planta de galletas Keebler todos los días. Un día decidí solicitar trabajo con Keebler. La siguiente semana me llamaron a trabajar y acepté. Todavía estaba viviendo en casa. Un día fui con mis tres primos, los cuales profesaban ser salvos, a Philadelphia.
“Juré desde entonces que cuando pudiese me iba a ir lo mas lejos posible de mi casa.”
Mi mamá me preguntó el por qué no era salvo. Iba muchas veces a escuchar a los evangelista, pero cuando regresaba a casa, mi mamá siempre me recibía con la misma pregunta, ¿aceptastes a Cristo? Después de tantas insistencias, le dige que acepté a Jesucristo, aunque sabía que no era verdad. Cada domingo los “hermanos” en la iglesia servían la comunión. Aunque me sentaba con ellos, sabía que el que bebiera de la copa y tomara del pan sin ser salvo, lo que en realidad estaba haciendo era maldiciendo su alma. Fui a la iglesia solo una par de domingos mas y después no regresé.

Fui transferido a Allentown, Pennsylvania por la compañia cuando tenía 18 años de edad. Por fin me independicé de mi mamá. Me hice miembro de cuanto club encontré. Sin embargo, no tenía tiempo para Dios ni para la iglesia. Estaba bajo el hechizo de Satanás y hacia todo lo que me decía. Mis pecados eran tantos y tantos que ya no los podía enumerar.

Ahora reconosco que Dios se acuerda y lleva una cuenta de cada uno de ellos. Esa fue mi vida por muchas décadas. Un día en 1980, dos semanas antes de la Navidad, mi doctor me dijo que iba a mandarme a unos especialistas para que me examinaran. Cuando llegué a sus oficinas, me enteré que eran especialistas del cancer. Esto me llamó la atención. Mitad de la familia de mi mamá había muerto de cancer, y mi mamá también había tenido cancer. Tomaron una biopsia y me dieron una cita para la próxima semana. Toda mi vida pasó antes mis ojos cuando salí de la oficina del médico. Pensaba que no había puesto ninguna atención a mi alma por toda una vida, y ahora no sabía si el Señor me aceptaría.

Comencé de inmediato a leer mi Biblia. Llamé a el evangelista Billy Graham y uno de sus ayudante me dijo que todo lo que tenía que hacer era “decir que creo en Dios y seré salvo.” Eso no me parecía correcto y estaba intranquilo con ese consejo. Un domingo estaba en mi casa viendo el televisor cuando el servicio de el Dr Harold Henninger del Templo Bautista en Canton, Ohio comenzó. Escuché cuando dijo, “¿estás sentado mirándome y escuchándome? Si esto es su condición, necesitas levantarse y buscar una iglesia Bautista Independiente que utiliza la versión Rey Santiago, y que predique toda la Biblia. No se quede ante el televisor escuchándome a mi.” Sabía que Dios me estaba tratando de llamarme la atención, así que busqué una iglesia Bautista Independiente en el periódico y escogí a la iglesia Bautista de Lehigh Valley. Salí a buscarla pero no la encontré. Paré en una estación de policias, pero ellos me dirigieron hacia otra parte de la ciudad. Regresé a la estación de policias y una mujer me explicó el lugar en dónde se encontraba.
“Una noche mientras leía mi Biblia, meditaba sobre lo que tenía que hacer. Le pedí a Dios que por favor me escuchara.”
Una semana había transcurrido así que regresé al médico para obtener los resultados de la biopsia. Me dijeron que tenían buenas noticias. Tenía problemas con tejidos en el estómago pero no era cancer. En la esquina de las calles 16 y Libertad, me arrodillé y le dí gracias a Dios por darme otra oportunidad. Le rogé que salvara mi alma. Una noche mientras leía mi Biblia, meditaba sobre lo que tenía que hacer. Le pedí a Dios que por favor me escuchara. Temprano en la mañana me arrodillé cerca de mi cama y le supliqué a Dios,”¿qué es lo que tengo que hacer para ser salvo?”
Deseo y quiero que el Señor Jesucristo sea mi salvador personal, salva mi alma, Jesucristo, y ven mora en mi corazón. En ese mismo instante, sin dudas algunas, me agarré de la sangre derramada de Jesucristo y fui salvo. No lo podía creer. Me encontré con Dios así de fácil. Fui salvo por fe – “y no por obras, para que nadie se gloríe.” (Efesios 2:8) Fue un regalo o don de Dios. Salvo por la sangre de Jesucristo. Me levanté y comenzé a gritar, “soy salvo, soy salvo.” Pero, ¿quién me iba a creer? Salí para la casa de una vecina que me limpiaba la casa y le dije, Sadie, ¡soy salvo! Ella me miró como si estubiese loco y me respondió, “muy bien, veremos cuanto tiempo durarás.” Eso fue en 1983.

Dos hombres de la iglesia Bautista de Lehigh Valley me visitaron y me hicieron preguntas respecto a mi alma. Les dije que me había salvado hace poco, y les conté la historia. Les dije que quería bautizarme. Me informaron que tenía que dar mi testimonio sobre lo que Jesucristo había hecho por mí ante la congregación antes de bautizarme, y lo hice con gusto.

Escudriñando mi vida, ahora comprendo que vivía una vida esclavizada a Satanás. Me maravilla el hecho que Dios tuvo que humillarme antes que le escuchara. Desde ese día en adelante, jamás ni nunca tuve un deseo de fumar ni de beber bebidas alcohólicas. Ningún deseo en absoluto.

El Señor Jesucristo pagó por todos mis pecados cometidos todos esos años anteriores. El pagó por la santificación de mi alma. Ahora sé que tengo vida eterna y viviré en la casa del Señor para siempre, Amen.

Sam Blair fue salvo en 1983 cuando tenía 72 años de edad. El expiró y fue a vivir con su Salvador Jesucristo en el 1999. Si deseas saber más de Jesucristo quién salvó el alma de Sam.